Que sí, que es el día de los Reyes Magos, pero eso, un poco más tarde.
En los planes del Padre Dios por recuperar la dignidad del ser humano, perdida hace mucho tiempo y sin tener muy claro cómo, estaba el hacerse presente en la historia de la humanidad, manifestándose poco a poco. Por medio de los patriarcas y profetas lo hizo al pueblo judío. Con la llegada de Jesús, hace unos 2000 años, esa manifestación llegó a su plenitud.
En Belén fueron los pastores y la gente sencilla quienes percibieron el amor de Dios por la humanidad. Un Dios, hecho debilidad y ternura, se presentaba ante ellos... en los brazos de una joven madre.
Tiempo después la oscuridad que dominaba el mundo fue rota por el nacimiento de una estrella. Y unos sabios, a los que nosotros llamamos Reyes Magos, fueron capaces de descubrir en aquella estrella la manifestación de algo extraordinario: algo o alguien había surgido para cambiar el devenir de la humanidad.
Desde entonces, la Epifanía, como manifestación de la presencia de Dios en el mundo, sobrepasa fronteras, razas y culturas. Entonces y hoy esta fiesta tiene un claro mensaje de universalidad tan importante como necesario para nuestro mundo de hoy: dentro de cada ser humano está esa estrella que brilla, está Jesús que se ofrece para salvar y dignificar a la persona. Solo hay que estar atentos para descubrirle y hacerle ser en nuestro día a día.
En resumen, lo que cabe destacar en la Navidad es el nacimiento del Mesías. La escena de Jesús con María, su madre; la luz de Dios que este Niño nos ha venido a traer y que es para todo el mundo, sin excepción; precisamente, son los extranjeros, representados por los Magos, los primeros en recibirla.
Con los Magos abre, abramos nuestra mente y, sobre todo, nuestro corazón para percibir las manifestaciones de Dios en nuestra vida y en nuestro mundo. Solo así habrá valido la pena vivir una Navidad más.
H. Gonzalo Saiz de la Fuente