Este jueves 24 de marzo, en el Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a los participantes en la Conferencia General de los Hermanos Maristas.
Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos, ¡buenos días y bienvenidos!
Agradezco las palabras del Superior General y saludo a todos los que participáis en la Conferencia General de vuestro Instituto, una cita muy importante que os convoca cada ocho años, entre dos Capítulos Generales.
Se trata, pues, de un momento fuerte de reflexión, de lectura de los signos de los tiempos, y también de comprobación de cómo va el camino y cómo se reciben las indicaciones dadas por el Capítulo anterior. Pero sin mirar atrás, ¡siempre mirando hacia adelante! Como quien está al timón de un barco: para ver si el rumbo es correcto, no mira la estela que el barco deja atrás, sino que mira hacia delante, fijando la vista en los dos o tres puntos de referencia que le orientan.
Pienso que también vosotros habéis verificado vuestra trayectoria en base a unos puntos fijos. Y el primero de esos puntos de referencia es la Palabra de Dios. Estamos en Cuaresma, y la Madre Iglesia nos llama a poner las cosas en el orden correcto: Dios y su Palabra son lo primero. Es fácil decirlo, pero no es fácil hacerlo. Sobre todo, cuando la Palabra nos pide "mirar más allá", como dice el lema de vuestra Conferencia. ¿Más allá de qué? Más allá de la mentalidad mundana, más allá de los intereses a corto plazo, más allá de una perspectiva parcial, para abrirse al horizonte de una fraternidad universal. Pero siempre más allá.
Me parece que ésta es precisamente la perspectiva que habéis elegido para vuestro trabajo en estos días, para poder servir de la mejor manera posible a una familia -la de los Hermanos Maristas- que es multicultural y multiétnica, y que, por tanto, os pide que superéis las fronteras, no tanto geográficas, sino de mentalidad. Esto no significa desprenderse de las propias raíces, ¡en absoluto! No hay contradicción entre la fidelidad a las raíces y la apertura universal; es la continuidad, es el crecimiento normal. Al contrario: según el modelo de Cristo el Señor, es precisamente permaneciendo fieles hasta el final al pacto de amor con las personas que nos han sido confiadas que nuestro servicio se hace fecundo para todos, por la fuerza de la gracia de Dios. Esta es la fecundidad que nos hace mirar hacia adelante con fortaleza.
Para los Hermanos Maristas, esto significa permanecer fieles al servicio de la educación y la evangelización de los jóvenes, según el carisma de San Marcelino Champagnat. Él supo "mirar más allá", enseñar a los jóvenes a "mirar más allá", a abrirse a Dios, a los horizontes del amor según el Evangelio. Se inspiraba en el ejemplo de la Virgen María, la "buena madre", como él la llamaba. María era una mujer sencilla de un pueblo de las periferias, pero su corazón
miraba más allá, tenía el horizonte del Reino de Dios, estaba abierta. Y esto se revela en el Magnificat, donde el plan de salvación de Dios resuena a través de la voz de su humilde sierva. ¿Qué puede ser más bello, más eficaz que el Magnificat para educar a una niña o a un niño a abrirse a Dios y a su proyecto de amor? El Magnificat manifiesta una visión de la vida y de la historia; es una escuela de fe y de oración, que nos libera de cerrarnos en nosotros mismos y de cualquier espiritualismo, y nos muestra la alegría de creer, esperar y amar según el Evangelio de Cristo.
Todo esto, queridos hermanos, os pertenece, pertenece a vuestras raíces y a vuestro patrimonio, y requiere que lo compaginéis siempre con la realidad cambiante, con las características de las nuevas generaciones. Por ejemplo, los jóvenes están mostrando sensibilidad e interés por la ecología. Ahí tenéis un gran campo para la educación, porque desgraciadamente la mentalidad mundana -permitidme el juego de palabras- también contamina la ecología, la limita, la hace ideológica y superficial. En cambio, el horizonte de Dios es el de una ecología integral, que mantiene siempre unidas las dimensiones ambiental y social, el grito de la Tierra y el grito de los pobres. Los niños, los adolescentes están predispuestos a convertirse en custodios de la creación, pero deben aprender que esto no es sólo un eslogan, no es sólo una denuncia, sino que es un estilo de vida que requiere paciencia, fortaleza, templanza, justicia. En resumen, uno no nace siendo custodio de la creación, sino que se convierte en ello a través de la labor educativa.
También esto os pertenece. Y el ejemplo que os he puesto sobre la ecología se puede aplicar a otros campos, como el del compromiso social y político, como el de la comunicación o, incluso antes, el del estudio y el trabajo, vistos desde la perspectiva de la promoción integral de la persona. Pero, sobre todo, como religiosos, os corresponde la educación espiritual, que es la base del crecimiento integral. Como religiosos, la educación espiritual os pertenece. Jesucristo es el Maestro de la vida y de la verdad, el camino a seguir para llegar a ser hombres y mujeres en plenitud. Y el Espíritu Santo es el Maestro interior que forma a Cristo en nosotros. ¡Qué vocación, qué misión, hermanos: cooperar con Cristo y el Espíritu para acompañar a los jóvenes en esta aventura! Es realmente demasiado grande para nosotros, pobres pecadores. Pero a Dios -nos recuerda nuestra Madre- le gusta hacer grandes cosas con los pequeños y los pobres, siempre que se abran humildemente a Él y acepten su Palabra, poniéndose totalmente a su disposición.
Esto es lo que deseo para vosotros y para todos vuestros hermanos presentes en todo el mundo. Mirar más allá para educar a mirar más allá, con María, tras las huellas del Señor Jesús. Y esta es precisamente la denuncia más fuerte contra la concepción ilustrada de la educación, o sea, reproducir ideas, ideas, e ideas... No. Educar para mirar más allá, para enseñar a mirar más allá. Esto acaba con toda la concepción estática, ilustrada e ideológica de la educación. La educación es un reto para toda la persona: para el pensamiento, los sentimientos y el trabajo de las personas. En todo esto hay que mirar siempre más allá.
Que el Espíritu Santo os ilumine y os anime siempre en vuestro camino y en vuestro servicio. Y que mi bendición también os acompañe. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí, porque este trabajo no es fácil.
Traducción del original italiano por JM Ferre